15 de septiembre de 2009

El que espera... desespera! =/

El que espera, desespera!

Hace un par de meses decidí consultar a un terapeuta.
Mi historia con Norma, la mujer de mis sueños, se había terminado y yo creía que con ese romance también terminaba mi vida.
Este pensamiento no era muy positivo que digamos y por ende mi vida tampoco lo era. Cuando caí en la cuenta de esto, hace un par de meses, fue cuando decidí consultar a un terapeuta como les estaba contando.
Lo decidí, pero de decidir a concretar hay unas cuantas letras que no coinciden como ya deben saber.
Hoy lo concreté, reacomodé las vocales, cambié las consonantes y fui a mi primer sesión de terapia.
Ángel, un viejito de facciones tristes y rostro cansado por el maltrato de los años que carga en su mochila, parecía ser todo un sabio.
Ah! Perdón, Ángel era mi terapeuta, el que acababa de conocer y ese que supuestamente debía ayudarme a “abrir mi alma y dejar entrar al amor una vez más”.
Aparecí en la puerta de su consultorio a las 9:05 am, ya estaba llegando 5 minutos tarde a nuestra cita pero no me importó mucho.
Me apoyé en la pared del modernoso edificio, como si tuviera miedo a caerme por estar un poco dormido todavía o temiendo derrumbarme por esa angustia que me recorría el cuerpo sin apuro por irse (como quien pasea por las callecitas de San Telmo un domingo de sol).
El mármol helado hizo efecto al ponerse en contacto con mi cuerpo y subí completamente el cierre de mi campera.
Sentía que me faltaba el aire y que el metálico cierre se clavaba en mi nuez pero no me importaba, hacía demasiado frío como para preocuparme por si moría de asfixia o no.
Le dí una pitada al cigarrillo que había prendido unos minutos atrás, justo antes de ver que las agujas de mi viejo reloj infantil marcaban las 9:07 am.
Dirigí mi mano hasta ese hueco formado por el variado pliegue de telas que se encuentra a la altura de mí inquieta cadera (léase “bolsillo”, sólo que pretendo que esta sea una historia de verdad y no de las que se cuentan por las noches en los vagones del tren).
Como les decía, metí mí mano congelada en el bolsillo izquierdo de mi jean gastado. Automáticamente, una sensación de inmenso poder comenzó a recorrerme el cuerpo.
No sé como explicárselos con palabras, a veces es jodido che! Y además yo no soy escritor ni anhelo serlo. Pero sí, era eso lo que sentía, poder, la sensación del poder infinito corriendo por mis venas. No podía comprender cuál era el motivo de tan placentera situación, no encontraba respuestas ni lógica alguna.
De pronto retiré mi mano del bolsillo (aunque debo admitir que no creo haber sido yo el responsable de ese acto, sino más bien la inercia que habita en todos los seres). Bajé la cabeza para observar claramente mi extremidad izquierda, ahora un poco asustado.
Mis largos dedos, aún entumecidos por el frío, se cerraban sobre un efímero trozo de papel con una fuerza descomunal (y cuando digo descomunal me refiero al máximo esplendor de la fuerza que puede llegar a tener un cuerpo humano de mi edad).
Estiré mis dedos, ahí estaba, sobre la palma de mi mano el objeto capaz de hacerme sentir un poder tan inconmensurable, que ahora parecía estar suicidándose poco a poco al sentir que mis ojos, podían observarlo.
Un trozo de papel, exactamente lo que describí unos segundos antes. Su color? Digamos que era un tanto violáceo…
Vi sus números impresos y caí en la cuenta de que debía volver a guardar rápidamente mi billete de $100.-, antes de que algún mocoso insolente y despreocupado pasara y me lo arrebatara de mis manos.
Guardé el dinero, mi dinero, aunque sólo por unos instantes más. En breve “mi” billete, seguiría siendo “mi”, pero la expresión: “mi billete” saldría de la boca de mi analista una vez terminada la sesión.
Consulté mi reloj justo a tiempo de ver que la manecilla de los segundos llegaba a su encuentro con el número 12 y me develaban que ya eran las 9:08 am.
Volví a fumar de mi cigarro, esta vez por última vez, lógicamente por última vez de “ese” cigarro, porque más adelante encendería otro. Ahora que lo pienso… hace mucho tiempo que vengo fumando “por última vez”.
Sentí el placer del humo recorrer mi garganta, el sabor amargo del tabaco secar mi boca y nuevamente el humo recorrer mi cuerpo, pero esta vez mis fosas nasales, para encontrarse, como yo, con el cruel frío de la calle.
Lo arrojé a la vereda y nuevamente en un acto que no realicé yo, sino mi inercia, lo aplasté firmemente con mi pie derecho. Una vez más dirigí la mirada a mi fiel compañero con agujas, ese que siempre llega a tiempo cuando lo necesito, y nuevamente llegó a tiempo. Tanto como para anunciarme que ya eran las 9:09 am.
Justo ahí escuché el chirriar de la puerta de entrada sonar detrás de mi y por el leve vientito que rozó mi espalda, pude darme cuenta que ésta había sido abierta.
Giré mi cabeza para que mis ojos encontraran nada más y nada menos que lo que les contaba al principio: Ángel, un viejito de facciones tristes y rostro cansado por el maltrato de los años que carga en su mochila. Parecía ser todo un sabio.
Escuché su voz decirme en tono de duda…
-¿Oscar?
Mi boca, atinó a emitir un breve sonido, más bien parecido a un pitido y junto al temblor de mis labios hicieron que sonara algo parecido a un:
- SssssiiIiIiiiiI
- Soy Ángel, su terapeuta, pase, ya es hora de nuestra cita, es más ya llevamos 10 minutos de retraso.
En ese instante volvió a actuar mi inercia, o mi miedo, o mi locura o simplemente yo… la cuestión es que deje escapar estas palabras:
- Discúlpeme Doctor, pero reacomodé mal las letras!
Sin más me dí media vuelta y comencé a alejarme por la calle, todavía de noche… típica del invierno, dejando en los ojos de Ángel plasmada la imágen viva de un gran desconcierto.
Caminaba y dejaba que mi mente pensara: De decidir a concretar hay unas cuantas letras que no coinciden.
Eso fue lo que me pasó esta mañana, por miedo, por error o por deseo nada más, reacomodé mal las letras. Igualmente, en este momento que me pongo a analizar, agradezco que así haya sido.
Para que concretar? Si en el fondo, muy en el fondo, yo ya sé que con Norma, con esa historia y con esta historia que hoy escribo… también se va mi vida.

1 comentario:

The Catman dijo...

Bien morochia eh .. :D alta lectura me hacés hacer...

Marche lentes de descanso..jajaj XD