Una vez ella me dijo:
"Cuerpito suyo grandota de cristal se me quiebra, se mira y no se toca.
Y si pide y si clama y ordena lanzarse, entonces, bueno, mirar y tocar y que crujan sus huesitos y estalle su carne. Pero quién me detiene ahora la carga, quién desiste de tocar y morder y estampar y gastar su cuerpito suyo para mí; quién de buscarle otra igual en su adentro.
A ella entonces, a subir, a caminar sus cables sobre el vacío sin red. Y que sea lo que Dios quiera"
Marcos Silber.
Y yo le dije: Te amo, gorda.